HOLA

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Algunas reflexiones sobre el movimiento estudiantil y “la educación”


Algunas reflexiones sobre el movimiento estudiantil y “la educación”

 Las metas del movimiento estudiantil y  la falacia de la educación “pública”. La educación estatal-burguesa como instrumento de aleccionamiento y adoctrinamiento.

La posibilidad de un derecho implica la posibilidad
 de hacer de él un mal o buen uso. El derecho por tanto
 es extraño al bien. Por el contrario, el cumplimiento
de una obligación es un bien siempre, en todas partes.
 La verdad, la belleza, la justicia, la compasión
son bienes siempre, en todas partes.
-Simone Weil-

La educación es un acto de amor
-Félix R. Mora
Se pretende, partiendo de las luchas estudiantiles recientes, analizar los postulados reivindicativos de dicho movimiento y reflexionar sobre la naturaleza política e ideológica del sistema educativo: el papel que desempeña como instrumento de dominación del Estado/Capital.

De entrada señalar que el movimiento no  plantea un objetivo -¿quizá porque únicamente  preocupe  a sus integrantes su futuro personal, profesional y crematístico?- verdaderamente transformador de lo existente y por ende revolucionario. Se limita a bregar por algunas “mejoras” o por que no se recorten las otorgadas en otro tiempo. No se encuentra dentro de sus fines la necesidad de lograr una sociedad democrática, por tanto autogobernada por medio de asambleas omni-soberanas, donde la libertad de conciencia y el amor por la verdad imperaran, cooperaran los iguales, y en la que la educación en vez de un derecho otorgado “gratuitamente” desde las alturas, consistiera en un deber autoimpuesto ejercido en colaboración con las y los iguales, democráticamente: la autogestión del saber y el conocimiento.

La orientación del movimiento la imponen los grupos de la izquierda institucional, o sus colaboradores externos, que lo encadenan a las reivindicaciones por reformas  y al pedestre economicismo de siempre. Las reivindicaciones esgrimidas no son distintas, salvo en lo accesorio y formal de  oponerse a los recortes en las prestaciones que por mor de la crisis aplica el Estado, a las de carácter corporativo de las últimas décadas[1]. Piden que no se incrementen las tasas académicas, que no se aminoren las partidas destinadas a becas, que se habiliten más infraestructuras ... Es decir, que se mantengan una serie de privilegios que permita a las y a los atribulados enseñados, tras atravesar el tedioso período de “aprendizaje” acceder, aunque hoy el sistema no esté en condiciones de garantizárselos, a cómodos y bien remunerados empleos.  Al margen de radicalismos verbales, en este delirio economicista resulta ocioso señalar que nadie, o prácticamente nadie, cuestiona los  contenidos que se imparten en la escuela y la universidad, ni el papel que estas instituciones juegan como instrumentos de dominación al servicio de las élites mandantes. Si bien quienes niegan las necesidades espirituales, desoyendo los  ideales magnánimos que están en la base de un auténtico proceso emancipador,  el amor por la libertad y por la verdad, están condenados a ser barridos por la realidad en cuanto reclaman prebendas materiales cada vez más inviables dado el colapso financiero en el que se halla el Estado, abriendo, como señala Félix Rodrigo, una gran oportunidad histórica de “reafirmar lo humano contra las poderosísimas fuerzas que desean culminar ya el proceso de deshumanización para transformarnos en sumisos y manejables al completo…” 

Entremos en alguno de aquellos lemas-tipo. Su lucha, proclamaba uno de los grupos convocantes en la manifestación del pasado octubre, es por una educación “pública” o, continuando en la línea de la anterior más extensa en la proposición, “por una educación pública y de calidad”  donde por “pública”  debe entenderse estatal, pues nada se matiza respecto de en que marco político la insertan -sería pública, sin comillas, si no formara parte como lo hace, al igual, por ejemplo, que el ejército y la policía, de la estructura del Estado.

Es decir, si se incardinara la educación en el ámbito de la comunidad donde todas y todos fuéramos simultáneamente enseñados y enseñantes, sin jerarquías ni escalafones, participando con nuestro trabajo manual en su sustento para desterrar el parasitismo que la caracteriza en la actualidad[2] ; y donde el lema “de calidad” no es más que el mito que se desvanece al constatarse como, a pesar del crecimiento incesante de recursos destinados a mantener el aparato educativo en  todos estos años, los resultados son desalentadores, traducidos en la formación de seres  cada vez más irreflexivos e inhábiles. En definitiva, otra fórmula tópica de los credos socialdemócratas e izquierdistas donde prevalece el criterio economicista de la receta milagrera de la  mayor asignación de recursos, numerario que el Estado expolia a las clases asalariadas mediante impuestos directos e indirectos, lo que da cuenta en la práctica de su evidente naturaleza reaccionaria.

La única mejora en la calidad que hoy debe ocuparnos es la de la auto-mejora del sujeto para lo que, como señala el documento fundacional de Punto de Encuentro F451, es imprescindible “la entrega desinteresada, la viveza intelectual, la valentía y fortaleza, la capacidad para convivir, la modestia, la frugalidad, el autodominio, la solidez de la voluntad y el indiferentismo ante placeres y dolores.”

Ahora sigamos con lo que se ha venido escuchando y leyendo en los actos y convocatorias de los días del conflicto reciente contra la reforma educativa. Señalaba una de las pancartas: “Solo la educación pública garantiza la igualdad de oportunidades”, o sea más de lo mismo: reivindicación de la educación regida por el ente estatal y la aspiración de que otorgue la oportunidad a las y los enseñados de “situarse socialmente”. En otra, pretendidamente “rompedora”, se lee una proclama calificando de “franquista”[3] al modelo de enseñanza que implementa el actual ministro del PP. Una reforma con la que el Estado y el Capital persiguen, sin variar la esencia adoctrinadora común que imponen las dos estructuras, ajustarse a los tiempos de crisis económica[4], mientras la norma que lo ha regulado hasta ahora señala en su declaración de intenciones[5] que se  trata de ”construir su personalidad”, la del educado, entendiéndose que ello se hará desde arriba, es decir con el Ministerio de Educación imponiendo contenidos y valores, los del Estado y la gran empresa, asegurándose su dominio, adoctrinando y aleccionando. Frente a tal pérfida declaración de intenciones se ha de reiterar que únicamente la autogestión del saber y el conocimiento propiciaría la construcción de sujetos de calidad. Hoy, salvo magnificas excepciones, contamos con una juventud devastada y embrutecida, y  a ello ha contribuido y contribuye de forma decisiva el sistema educativo (la escuela en todas sus etapas y la universidad) bajo el anterior gobierno y bajo el actual.

No hay en la generalidad de consignas y lemas denuncia alguna del papel aleccionador y adoctrinador del sistema educativo; ni tampoco a que el poder ideológico, en el que se inserta,  cercena la libertad de conciencia; ni que con sus demás instrumentos: la publicidad comercial, la industria del ocio y el montaje mediático; complementado con el resto de poderes de naturaleza liberticida como él -el ejecutivo, legislativo y judicial de la teoría clásica- y con el todopoderoso militar, el tecnológico y el económico,  se constituye como pieza clave en  el sistema de dictadura omnímoda que padecemos.

Por lo que si bien es cierto que hoy como consecuencia de la crisis se reducen prestaciones, provocando evidentes penalidades al pueblo, y que esta política de recortes se realiza con la predica de  la necesidad inexorable de afrontar la situación de recesión: la sacrosanta razón de Estado, la intención última de éste no fue nunca, en época de “vacas gordas”,  un filantrópico deseo de “educar asépticamente” a las y los que somete. La intención que le movía, no nos engañemos, fue y es la de adoctrinar, la de destruir la esencia del sujeto para hacerlo más dócil, inhábil, insolidario, enemigo de su igual; conformándolo por tanto, aunque esto se vuelva hoy en contra de sus propios cánones de crecimiento, en un sujeto enormemente disfuncional e improductivo. La voluntad de poder del Estado ha progresado hasta alcanzar tal dramático eslabón. Cerrar los ojos a esta realidad aleja de la tarea de autoconstrucción del sujeto que hoy deviene clave para superar la situación de envilecimiento en la que estamos.

El nivel de “operatividad” que ha alcanzado el poder en el aleccionamiento de la población puede entenderse al constatar, además del empleo de medios de adoctrinamiento masivos –prensa, radio, cine, Tv, industria del ocio…- y, de los no menos importantes, la casta intelectual y el libro, el papel que juega el sistema educativo: el aparato académico que elabora los sistemas teóricos y doctrinales que aplican la escuela y la universidad. De aquéllos y de éste  somos producto hoy: unos sujetos sin capacidad reflexiva, simples cajas de resonancia de unos contenidos impuestos desde arriba, incapaces para generar nada nuevo, sin sensibilidad artística, cuasi robots.  Revertir esta situación se nos presenta como la gran tarea de nuestro tiempo, la de la constitución pre-política del sujeto, y ponernos en el camino de poder afrontar los retos que la Revolución Integral demanda; y experiencias como las que vienen referidas en la publicación ¡Rebelaos! - https://www.rebelaos.net/ - pueden operar como guía para la conformación de una base social donde se desarrolle aquella reconstitución.




[1] Esta orientación de “lucha por mejoras”  viene dándose en el mitificado movimiento estudiantil desde los 60, en particular uno recuerda las multitudinarias manifestaciones de 86/87 que en algunos momentos, dada su radicalidad y participación masiva de jóvenes, confundió a quienes vieron en él, por fin, un signo del movimiento emancipador que se avecinaba. Nada más lejos de la realidad como el devenir de los años ha puesto de manifiesto.

[2] Para ello tendrían que estar extintas la propiedad privada y el Estado y eso obligaría a una transformación integral de la sociedad, a una revolución democrática, axiológica y civilizadora.

[3]  Un burdo intento más por parte de la izquierda, ejerciendo su sempiterno rol de burguesía de Estado financiado por éste y la banca, de magnificar la actual dictadura parlamentarista y partitocrática, que se asienta en la deshumanizante Constitución española impuesta en el año 1978.

[4]  Exposición de motivos del Anteproyecto de la LOMCE (2012) (Ley Wert) : “… Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global”.

[5]  LOE de 2006  : “… La educación es el medio más adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica.”