Algunas
reflexiones sobre el movimiento estudiantil y “la educación”
Las metas del movimiento estudiantil y
la falacia de la educación “pública”. La educación estatal-burguesa como
instrumento de aleccionamiento y adoctrinamiento.
La
posibilidad de un derecho implica la posibilidad
de hacer de él un mal o buen uso. El derecho
por tanto
es extraño al bien. Por el contrario, el
cumplimiento
de
una obligación es un bien siempre, en todas partes.
La verdad, la belleza, la justicia, la
compasión
son
bienes siempre, en todas partes.
-Simone Weil-
La
educación es un acto de amor
-Félix R.
Mora
Se pretende, partiendo de las luchas estudiantiles recientes, analizar
los postulados reivindicativos de dicho movimiento y reflexionar sobre la
naturaleza política e ideológica del sistema educativo: el papel que desempeña
como instrumento de dominación del Estado/Capital.
De entrada señalar que el
movimiento no plantea un objetivo
-¿quizá porque únicamente preocupe a sus integrantes su futuro personal, profesional
y crematístico?- verdaderamente transformador de lo existente y por ende
revolucionario. Se limita a bregar por algunas “mejoras” o por que no se
recorten las otorgadas en otro tiempo. No se encuentra dentro de sus fines la
necesidad de lograr una sociedad democrática, por tanto autogobernada por medio
de asambleas omni-soberanas, donde la libertad de conciencia y el amor por la
verdad imperaran, cooperaran los iguales, y en la que la educación en vez de un derecho otorgado “gratuitamente” desde las
alturas, consistiera en un deber autoimpuesto ejercido en colaboración con
las y los iguales, democráticamente: la autogestión
del saber y el conocimiento.
La orientación del movimiento la
imponen los grupos de la izquierda institucional, o sus colaboradores externos,
que lo encadenan a las reivindicaciones por reformas y al pedestre economicismo de siempre. Las
reivindicaciones esgrimidas no son distintas, salvo en lo accesorio y formal de oponerse a los recortes en las prestaciones
que por mor de la crisis aplica el Estado, a las de carácter corporativo de las
últimas décadas[1].
Piden que no se incrementen las tasas académicas, que no se aminoren las
partidas destinadas a becas, que se habiliten más infraestructuras ... Es
decir, que se mantengan una serie de privilegios que permita a las y a los
atribulados enseñados, tras atravesar el tedioso período de “aprendizaje”
acceder, aunque hoy el sistema no esté en condiciones de garantizárselos, a
cómodos y bien remunerados empleos. Al
margen de radicalismos verbales, en este delirio economicista resulta ocioso
señalar que nadie, o prácticamente nadie, cuestiona los contenidos que se imparten en la escuela y la
universidad, ni el papel que estas instituciones juegan como instrumentos de
dominación al servicio de las élites mandantes. Si bien quienes niegan las
necesidades espirituales, desoyendo los
ideales magnánimos que están en la base de un auténtico proceso
emancipador, el amor por la libertad y
por la verdad, están condenados a ser barridos por la realidad en cuanto
reclaman prebendas materiales cada vez más inviables dado el colapso financiero
en el que se halla el Estado, abriendo, como señala Félix Rodrigo, una gran
oportunidad histórica de “reafirmar lo
humano contra las poderosísimas fuerzas que desean culminar ya el proceso de
deshumanización para transformarnos en sumisos y manejables al completo…”
Entremos en alguno de aquellos lemas-tipo. Su lucha, proclamaba uno de
los grupos convocantes en la manifestación del pasado octubre, es por una educación
“pública” o, continuando en la línea de la anterior más extensa en la
proposición, “por una educación pública
y de calidad” donde por “pública” debe entenderse estatal, pues nada se matiza
respecto de en que marco político la insertan -sería pública, sin comillas, si
no formara parte como lo hace, al igual, por ejemplo, que el ejército y la
policía, de la estructura del Estado.
Es decir, si se incardinara la educación en el
ámbito de la comunidad donde todas y todos fuéramos simultáneamente enseñados y
enseñantes, sin jerarquías ni escalafones, participando con nuestro trabajo
manual en su sustento para desterrar el parasitismo que la caracteriza en la
actualidad[2] ; y donde el
lema “de calidad” no es más que el mito que se desvanece al constatarse como, a
pesar del crecimiento incesante de recursos destinados a mantener el aparato
educativo en todos estos años, los
resultados son desalentadores, traducidos en la formación de seres cada vez más irreflexivos e inhábiles. En
definitiva, otra fórmula tópica de los credos socialdemócratas e izquierdistas
donde prevalece el criterio economicista de la receta milagrera de la mayor asignación de recursos, numerario que
el Estado expolia a las clases asalariadas mediante impuestos directos e
indirectos, lo que da cuenta en la práctica de su evidente naturaleza
reaccionaria.
La única mejora en la calidad que hoy debe
ocuparnos es la de la auto-mejora del sujeto para lo que, como señala el
documento fundacional de Punto de
Encuentro F451, es imprescindible “la entrega desinteresada, la viveza
intelectual, la valentía y fortaleza, la capacidad para convivir, la modestia,
la frugalidad, el autodominio, la solidez de la voluntad y el indiferentismo
ante placeres y dolores.”
Ahora sigamos con lo que se ha
venido escuchando y leyendo en los actos y convocatorias de los días del
conflicto reciente contra la reforma educativa. Señalaba una de las pancartas:
“Solo la educación pública garantiza la igualdad de oportunidades”, o sea más
de lo mismo: reivindicación de la educación regida por el ente estatal y la
aspiración de que otorgue la oportunidad a las y los enseñados de “situarse
socialmente”. En otra, pretendidamente “rompedora”, se lee una proclama
calificando de “franquista”[3] al
modelo de enseñanza que implementa el actual ministro del PP. Una reforma con
la que el Estado y el Capital persiguen, sin variar la esencia adoctrinadora
común que imponen las dos estructuras, ajustarse a los tiempos de crisis
económica[4],
mientras la norma que lo ha regulado hasta ahora señala en su declaración de intenciones[5] que se trata de
”construir su personalidad”, la del educado, entendiéndose que ello se hará
desde arriba, es decir con el Ministerio de Educación imponiendo contenidos y
valores, los del Estado y la gran empresa, asegurándose su dominio,
adoctrinando y aleccionando. Frente a tal pérfida declaración de intenciones se
ha de reiterar que únicamente la
autogestión del saber y el conocimiento propiciaría la construcción de sujetos
de calidad. Hoy, salvo magnificas excepciones, contamos con una juventud
devastada y embrutecida, y a ello ha
contribuido y contribuye de forma decisiva el sistema educativo (la escuela en
todas sus etapas y la universidad) bajo el anterior gobierno y bajo el actual.
No hay en
la generalidad de consignas y lemas denuncia alguna del papel aleccionador y
adoctrinador del sistema educativo; ni tampoco a que el poder ideológico, en el
que se inserta, cercena la libertad de
conciencia; ni que con sus demás instrumentos: la publicidad comercial, la
industria del ocio y el montaje mediático; complementado con el resto de
poderes de naturaleza liberticida como él -el ejecutivo, legislativo y judicial
de la teoría clásica- y con el todopoderoso militar, el tecnológico y el
económico, se constituye como pieza
clave en el sistema de dictadura
omnímoda que padecemos.
Por lo que si bien es cierto que
hoy como consecuencia de la crisis se reducen prestaciones, provocando
evidentes penalidades al pueblo, y que esta política de recortes se realiza con
la predica de la necesidad inexorable de
afrontar la situación de recesión: la sacrosanta razón de Estado, la intención última de éste no fue nunca, en época
de “vacas gordas”, un filantrópico deseo
de “educar asépticamente” a las y los que somete. La intención que le movía, no
nos engañemos, fue y es la de adoctrinar, la de destruir la esencia del sujeto
para hacerlo más dócil, inhábil, insolidario, enemigo de su igual;
conformándolo por tanto, aunque esto se vuelva hoy en contra de sus propios
cánones de crecimiento, en un sujeto enormemente disfuncional e improductivo.
La voluntad de poder del Estado ha progresado hasta alcanzar tal dramático
eslabón. Cerrar los ojos a esta realidad
aleja de la tarea de autoconstrucción del sujeto que hoy deviene clave para
superar la situación de envilecimiento en la que estamos.
El nivel de “operatividad” que ha
alcanzado el poder en el aleccionamiento de la población puede entenderse al
constatar, además del empleo de medios de adoctrinamiento masivos –prensa,
radio, cine, Tv, industria del ocio…- y, de los no menos importantes, la casta
intelectual y el libro, el papel que juega el sistema educativo: el aparato
académico que elabora los sistemas teóricos y doctrinales que aplican la
escuela y la universidad. De aquéllos y de éste
somos producto hoy: unos sujetos sin capacidad reflexiva, simples cajas
de resonancia de unos contenidos impuestos desde arriba, incapaces para generar
nada nuevo, sin sensibilidad artística, cuasi robots. Revertir esta situación se nos presenta como
la gran tarea de nuestro tiempo, la de la constitución
pre-política del sujeto, y ponernos en el camino de poder afrontar los
retos que la Revolución Integral demanda; y experiencias como las que vienen
referidas en la publicación ¡Rebelaos! - https://www.rebelaos.net/ - pueden operar como
guía para la conformación de una base social donde se desarrolle aquella
reconstitución.
[1] Esta orientación de “lucha por mejoras” viene dándose en el mitificado movimiento
estudiantil desde los 60, en particular uno recuerda las multitudinarias
manifestaciones de 86/87 que en algunos momentos, dada su radicalidad y
participación masiva de jóvenes, confundió a quienes vieron en él, por fin, un
signo del movimiento emancipador que se avecinaba. Nada más lejos de la
realidad como el devenir de los años ha puesto de manifiesto.
[2] Para ello tendrían que estar extintas la propiedad
privada y el Estado y eso obligaría a una transformación integral de la
sociedad, a una revolución democrática, axiológica y civilizadora.
[3] Un burdo intento
más por parte de la izquierda, ejerciendo su sempiterno rol de burguesía de
Estado financiado por éste y la banca, de magnificar la actual
dictadura parlamentarista y partitocrática, que se asienta en
la deshumanizante Constitución española impuesta en el año 1978.
[4] Exposición de motivos del Anteproyecto de la LOMCE (2012) (Ley Wert)
: “… Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles
las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una
apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en
el mercado global”.
[5] LOE de 2006
: “… La
educación es el medio más adecuado para construir su personalidad, desarrollar
al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar
su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la
afectiva y la axiológica.”